Gran Elizabeth Taylor.
- TeleHeroica TV
- 30 mar 2021
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10 años desde la muerte de Elizabeth Taylor, ganadora de dos Oscar a "Mejor Actriz" y con una extensa filmografía, la diva de ojos violetas dejó su huella en la historia del cine.

La actriz falleció el 23 de marzo de 2011 a los 79 años. Dejó cuatro hijos y una decena de nietos que hoy siguen apoyando la lucha contra el Sida como ella hizo en vida de 2011. Vivió muchas más vidas de las que fue capaz de soñar cuando abandonó junto a su familia la Europa en guerra en busca de un destino pacífico.
Se separaron después de que Nicky provocase un aborto, de una patada, a la actriz a la que maltrataba, física y psicológicamente, desde el génesis de su unión. Hay quien sostiene que la boda fue una maniobra de la 'Metro Goldwyn Mayer' para publicitar El padre de la novia y escenificar, tanto en la ficción como en la vida real, el paso de niña a mujer de Liz. La de los Hilton Taylor fue apodada por la prensa como la boda de todas las bodas. El estudio le pagó el vestido a la protagonista; costó 1.500 dólares. Un ojo de la cara. Era obra de la citada Helen Rose, la misma que había dibujado los 47 modelos que Taylor luce en la cinta en promoción. Incluido un conjunto nupcial. No hay grandes diferencias entre el presumido en la gran pantalla y el defendido en la iglesia del 'Buen Pastor de Beverly Hills' por Taylor. Ambos estaban confeccionados en raso con falda princesa y escote barco con apliques de encaje hasta dibujar un casto cuello. La perfecta representación de la crisálida que se convertirá en mariposa para seguir los intereses comerciales de la industria cinematográfica.

El primer Michael.
Sin escarmentar de la experiencia, un año después de su primer divorcio Elizabeth se casó con Michael Wilding. Ella tenía 20 años y el actor británico le doblaba la edad, como en la copla No me quieras tanto de Quintero, León y Quiroga. Wilding ejerció más de padre de la actriz que de marido pero a diferencia del anterior no parecía tener celos de los éxitos de Taylor y se trataron con respeto. Enamorados o no, la unión duró un lustro y en pareja tuvieron dos hijos: Michael y Christopher. Se juraron amor eterno el 21 de febrero de 1952 en la londinense oficina de registro Caxton Hall. Ella vestía un dos piezas de día de estilo New Look, la silueta inventada por Christian Dior para su primer desfile de Alta Costura en 1947 y que se caracteriza por faldas amplias, cuerpo ceñido y cintura de avispa. Definitivamente Elizabeth ya no era la niña de mujercitas. Era la estrella de un lugar en el sol (1951) y se vestía como tal. Como una intérprete consolidada y madura. Quizás demasiado madura, en apariencia, para su edad. 40 años después de su estreno este largometraje dirigido por George Stevens fue incluido en el 'National Film Registry' de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos al ser considerado como un bien de interés general por su valor cultural, histórico o estético.

No hay dos sin tres.
A la biografía personal de Elizabeth hay que sumar –al Michael exmarido y al Michael hijo– el Michael tercer consorte en 1957. Taylor y Mike Todd se dieron el sí quiero el 2 de febrero en el puerto de Acapulco (México). El productor de cine y teatro era poderoso, exitoso, viril y un buen amante. Con él se dio cuenta, por primera vez, del tipo de hombre que realmente conseguía hacerla vibrar. Existió entre ellos una fuerte atracción sexual y buena sintonía dentro y fuera de la cama que le sirvió a la artista para ganar confianza en sí misma. Para empoderarse; para tomar las riendas de su vida y, en parte, de su carrera. Empezó a vestir de forma más sexy. Ya no era ni la cría de las películas, ni la víctima de su primer marido, ni la hija recatada del segundo. En aquella calurosa ceremonia nupcial la actriz cubrió su poco más de metro y medio de altura con un vestido de organza escotado, entalladísimo hasta la cintura y coronado con una gran capucha que hacía la función de velo. Estaba embarazada de su tercera hija, Liza, que nació en agosto. Mike Todd falleció en un accidente aéreo el 22 de marzo de 1958. En varias entrevistas la actriz confesó que sus tres verdaderos amores fueron –y no precisamente en ese orden- su tercer esposo, el quinto (que también fue el sexto) y las joyas. Los regalos de Todd fueron el germen de la amplia colección de alhajas de la actriz.

El verde de la doble traición y la esperanza. Viuda por primera y última vez en su vida, Elizabeth se marchó a vivir con sus tres hijos a casa de su mejor amiga, la también actriz Debbie Reynolds. Necesitaba pasar el luto acompañada de un adulto que le ofreciese consuelo y lo encontró en el hombro de la bautizada como La novia de América. El roce suscita el deseo. A Liz no le llevó demasiado tiempo enamorarse del marido de su colega, el cantante Eddie Fisher, que había sido a la vez como un hermano para el difunto esposo. El escándalo resultó mayúsculo: había pasado poco más de un año desde el trágico final de Mike. Taylor y Fisher legalizaron su estima el 12 de mayo de 1959 en la sinagoga 'Beth Sholom de Las Vegas'. Por amor a su cuarto marido Liz se convirtió al judaísmo. Él recordó en su autobiografía, Been there, done that, que “como siempre, Elizabeth llegó tarde a su propia boda”. Lo hizo con un vestido corto de falda corola en gasa verde y una especie de verdugo a juego que tamizaba su escote. Seguía la estructura del blanco de aire helénico diseñado por Helen Rose para La gata sobre el tejado de zinc, película estrenada un año antes en la que Taylor comparte protagonismo con Paul Newman y en la que muchos fans sostienen que está más bella que nunca. Pese a todas las críticas del Hollywood de los chismes la boda del adúltero y la actriz no fue una de tapadillo. Hubo fiesta posterior y para celebrarla Liz se atavió con una chaqueta cerrada de terciopelo cereza y un collar a juego que le cubría completamente el cuello. Por la mañana verde esperanza -esperanza en que este amor fuese el eterno- y por la tarde rojo pasión; realmente había sido el ardor el motor para llevarla ante el rabino y no el romanticismo.

El Dior de la primera vez.
En 1961, y después de tres nominaciones consecutivas sin final feliz, la británica de origen estadounidense recibió su primer premio Oscar como mejor actriz principal por su papel en Una mujer marcada. En la ficción Taylor interpreta a Gloria, una modelo de vida desordenada que se entrega al hombre casado equivocado con el objeto de volver al sendero de la moralina irreprochable. Pese a su extraordinaria belleza, Liz se impuso para interpretar perfiles dramáticos a una industria, la del cine, que relegaba a las guapas a papeles de comparsa. Taylor odiaba esta cinta. Estaba convencida de que era una manera de humillarla públicamente por las peculiares circunstancias en las que se había enamorado de Eddie. No le faltaba razón. Elizabeth había decidido abandonar la Metro para rodar Cleopatra con los estudios '20th Century', elección que no sentó nada bien a la productora del león que le obligó a rodar este drama, a modo de venganza, antes de poner fin a su relación laboral. Aquel 12 de abril la de Londres se vistió de Dior para recibir su merecido premio. Una blusa amarilla sin mangas de gasa ponía fin en un cinturón de lazo musgo decorado con una rosa roja del que nacía una falda nívea con bordados florales a tono con el cinto. Unos guantes también blancos y unos pendientes de diamantes y perlas de Ruser –la joyería favorita del Hollywood de mediados del siglo XX- completaban el 'look Soiree a Rio de la colección Primavera-Verano' 1961 firmada por Marc Bohan, que acaba de sustituir a 'Yves Saint Laurent' como director creativo de la maison. Tras la muerte de la actriz en 2011, Christie’s celebró una subasta en la que los pendientes fueron adquiridos por 698.500 dólares.
Desafiando la superstición.
Elizabeth empezó a trabajar en el rodaje de Cleopatra en 1962. Richard Burton, que encarnaba a Marco Antonio, y la protagonista de la carísima cinta apenas habían coincidido antes en algunos eventos en Hollywood cuando ella se enamoró de él durante la grabación de la primera escena conjunta en Roma. Burton tenía resaca y le temblaban las manos. Taylor le ayudó a llevarse a la boca una taza de café y entonces “pensé: vaya, pues resulta que sí es humano… tan vulnerable, dulce, tembloroso y de risita fácil”. Contó años después la actriz. Saltó la chispa del romance inmediatamente y acto seguido se prendió la mecha del escándalo. Ambos estaban casados. Liz con Eddie Fisher y Richard con Sybil Williams, la cual ya le había perdonado a su esposo decenas de infidelidades con otras tantas compañeras de reparto. Podrían haber llevado su relación en secreto pero prefirieron airearla. Nadie daba un duro por ellos. Se llamaban de todo y no siempre lo hicieron con respeto. Eran una pareja de tres. La bebida era la amante fiel y recurrente en la que se refugiaban los dos. Unas veces juntos y otras tantas por separado. Saciaban su sed con espirituosas desde la hora del desayuno. Se casaron el 15 de marzo de 1964 durante una ceremonia intimísima celebrada en el hotel 'Ritz-Carlton de Montreal' (Canadá) en la que Elizabeth iba vestida de amarillo desafiando todo tipo de superstición. Era su quinto matrimonio pero aún se sentía capaz de retar a la suerte. El vestido de corte baby doll con capa y mangas obispo estaba cosido en gasa y era fruto de la mente de Irene Sharaff, que también había creado el vestuario de Cleopatra. Se recogió el pelo con una trenza ribeteada por una cascada de lirios del valle y jacintos romanos. En la solapa llevaba un broche de diamantes y esmeralda escalonada colombiana de 23,44 quilates. Una chuchería de la joyería Bulgari que también funciona como colgante de un complejo collar. El Romeo dijo que su Julieta sólo había aprendido una palabra en la lengua de Dante durante su larga estancia en Italia: Bulgari. Se divorciaron en junio de 1974 después de una década de hacerse mucho daño, pero también mucho bien. Ella le ayudó a asumir que padecía hemofilia leve y a no ocultar sus relaciones homosexuales del pasado y él la veneraba como mujer y como intérprete. Juntos adoptaron a una hija, Maria, y rodaron 11 películas. No sabían estar juntos pero tampoco consentían vivir separados. “No puedo vivir sin ti. Lo eres todo para mí, el aire que respiro, mi sangre, mi mente, mi imaginación”, le escribió Burton a Liz en una carta después enzarzarse en la millonésima pelea. Se casaron por segunda vez en octubre del 75 en Botsuana, únicamente acompañados de los que la actriz precisó como “los suyos”. El 29 de julio de 1976 volvían a ser legalmente libres. Cuando él murió a causa de un derrame cerebral en 1984, ella concluyó que les había faltado tiempo para volver a estar juntos. El actor galés fue el gran amor de su vida.

Una chica yeyé.
Mujer de su tiempo, la estética de Elizabeth fue adaptándose a las modas que le tocó vivir. En la década de los 70 se dejó imbuir por el espíritu hippie. Las prendas cómodas, como los ponchos de punto y los pantalones campana, y las faldas cortísimas entraron a formar parte de su vestidor de diario. Bajó el ritmo de trabajo y en 1973 rodó su primera película para televisión, Divorce His-Divorce Hers, en la que también colaboraba Richard. Un dramón regido por Waris Hussein que narra las desavenencias de un matrimonio tras 18 años de relación. Otra vez el mismo argumento con el mismo coprotagonista. Ese mismo año acudió al Festival de San Sebastián para presentar Una hora en la noche. Por la mañana apareció vestida de exploradora con una sahariana y por la noche con una especie de sari indio. Liz sólo acataba sus propias reglas.
La mente ociosa es el patio en el que juega el diablo.
Elizabeth no es que no supiese vivir sola, es que le gustaba más vivir acompañada. O eso creía. El 4 de diciembre de 1976 unió su destino legalmente, cinco meses después de su primera cita, al del senador republicano John Warner. Había conseguido el divorcio de Burton el 29 de julio de ese mismo año. Para éste su penúltimo enlace la actriz eligió un abrigo malva y gris en lana escocesa ribeteado en piel con turbante a juego. Se casaron en el rancho del novio en el estado de Virginia. Liz emprendió el papel de perfecta ‘primera dama’ con mucha ilusión pero pronto se aburrió de hacer campaña, de la vida en Washington DC, de la convivencia conyugal y se refugió en el alcohol. Aumentó de peso y se convirtió en el blanco de los chistes de los humoristas de EEUU. La familia Warner Taylor se disolvió en 1982. Los seis años que duró el matrimonio están identificados como los más oscuros en la vida de la actriz. A finales de 1983 ingresó en el Centro Betty Ford durante siete semanas para curarse de sus adicciones. También era adicta a las pastillas. Volvió a la clínica atormentada por los demonios en el otoño del 88.

La diadema del meme. En 1983 Elizabeth Taylor presentó la obra teatral 'Private Lives'. La noche del estreno, el 8 de mayo, la actriz, que había protagonizado un par de años antes "The Little Foxes" también en "Broadway" y por le valió una nominación al premio Tony, se disfrazó de sí misma para salir a celebrar la buena acogida de la función. Parecía una caricatura de sus tiempos gloriosos. Iba vestida de blanco y a cobijo de un abrigo de plumas. Ricamente enjoyada, se coronó con la diadema que su tercer marido, Mike Todd, le regaló en 1957 y con la que acudió a los Oscar ese año porque la película producida por él, La vuelta al mundo en 80 días, optaba al premio de Mejor Película. “Por aquel entonces no estaba de moda llevar tiara, pero de cualquier modo la llevaba porque él era mi rey”. Dijo la actriz. Él se la había regalado porque “eres mi reina y pienso que deberías tener una tiara”, según las palabras de la agasajada. Liz estaba recreando ese instante del Hollywood dorado tres décadas después a las puertas de una taberna irlandesa de Nueva York. No era el momento. Ni el lugar. Definitivamente la actriz no estaba viviendo la mejor versión de sí misma.

La inventora del Rey del Pop.
Elizabeth Taylor fue la primera en investir a Michael Jackson como el Rey del Pop. Fue en 1989 antes de entregarle un galardón al cantante de Indiana durante los 'Soul Train Music Awards'. La protagonista de 'Gigante' iba peinada a la moda con uno de esos característicos cortes asimétricos de la década. Las dos estrellas fueron verdaderamente amigas. Él le escribió la canción Elizabeth I Love You y un montaje fotográfico de ambos, la una vestida de egipcia y el otro de romano, se convirtió en la portada del álbum de grandes éxitos "History de Jackson". Otra de sus grandes confidentes fue la actriz y cantante Liza Minnelli que cuando Liz murió escribió en sus redes sociales: “Era una verdadera estrella, porque no sólo tenía belleza y fama; Elizabeth Taylor tenía talento como amiga. Estaba siempre; siempre estaba ahí para mí. Aunque se pierda el resto de mi vida tuve la suerte de haberla conocido”.

La última vez.
La gata de los ojos violetas se casó por octava y última vez en 1991 con Larry Fortensky. Se habían conocido durante un retiro en la Betty Ford. El rancho Neverland de Michael Jackson, que actuó de padrino, fue testigo excepcional de este polémico enlace. Ella le sacaba 20 años. Los reporteros gráficos saltaron en paracaídas para conseguir una foto de la ceremonia. Ella iba vestida con encaje crudo firmado por Valentino. Liz se divorció del empleado de la construcción seis años después según él porque se sentía “atrapado en una jaula de oro”. En 1993 también fue la última vez que Taylor ganó un Oscar, el conocido como Jean Hersholt, aunque éste no fue concedido por sus méritos interpretativos sino por su lucha para erradicar el VIH y la defensa de los derechos de los afectados por esta enfermedad. Tomó conciencia sobre la gravedad de la situación tras el fallecimiento de su amigo Rock Hudson en 1985. Ese mismo año fundó, junto a un grupo de médicos y científicos, la Fundación Americana para la Investigación del Sida. “Continuaba viendo todas esas noticias sobre la enfermedad y no podía dejar de preguntarme por qué nadie estaba haciendo nada. Y entonces me di cuenta de que yo era como ellos. Yo tampoco estaba haciendo nada para ayudar”, declaró. Posó con la estatuilla vestida también del Emperador de la moda, como se conoce al diseñador italiano de Voghera, aunque la pieza quedó eclipsada por el collar en forma de margaritas de Van Cleef & Arpels que le rodeaba el cuello.

Con sabor español.
El 31 de octubre de 1992 Elizabeth Taylor recogió el 'Premio Príncipe de Asturias'. (hoy Princesa) de la Concordia en el teatro Campoamor de Oviedo. Lo hacía como cofundadora de amfAR (la Fundación Americana para la Investigación del Sida). Se vistió completamente de azabache con un dos piezas de falda corta y chaqueta con botones dorados sobre el que destacaba la cruz asturiana de la Victoria. Parecía una Austria, una moderna infanta castellana coloreada por Juan Bautista Martínez del Mazo. Fue todo un detalle que no se adornase con la mítica perla Peregrina, ligada a la monarquía española desde tiempos de Felipe II hasta que José I Bonaparte la envió a Francia durante su breve reinado. Richard Burton compró la perilla por 37.000 dólares en una subasta realizada en Nueva York en 1969 para regalársela la actriz de Ana de los mil días. Película en la que, por cierto, Liz usó la legendaria gema.

El caftán del final.
La salud de Elizabeth Taylor siempre fue frágil. Estuvo hospitalizada más de 70 veces, se lesionó la espalda cinco y le reemplazaron ambas caderas. Al final de sus días la osteoporosis que padecía la obligó a moverse en silla de ruedas. Se vestía con caftanes y adornaba su escote con las más variadas gemas. Murió en el hospital Cedars- Sinai de los Ángeles, a los 79 años, a causa de una insuficiencia cardiaca rodeada de sus cuatro hijos. Vivió muchas más vidas de las que fue capaz de soñar cuando abandonó junto a su familia la Europa en guerra en busca de un destino pacífico.
Gran cortesía de 'Vanity Fair España'.
Teleheroica, te informa bien.
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